Aquí está mi casa. Más allá, mi jardín, unas colmenas y el sol.
Vos pasáis por la vía, miráis por las rejas del portón
y aguardáis a que me anime a hablar. - ¿Con qué comenzaré?
Creedme, creedme,
puede uno hablar sobradamente de cualquier cosa:
de la suerte y de la serpiente del bien,
de los arcángeles que aran los sembrados,
de los cielos hacia los que crecemos,
del odio y el declive, de la tristeza y la crucifixión,
y más que nada del Gran Paso.
Mas las palabras son las lágrimas
de los que anhelaron llorar
y no pudieron.
Amargas, harto amargas son las palabras
todas.
Dejadme, pues,
andar mudo a vuestro costado.
Dejadme acogeros de ojos cerrados.
Luciano Blaga,1924
(Traducido por Paul Abucean)
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